

LA SAGRADA FAMILIA, MODELO Y EJEMPLO PARA TODAS LAS FAMILIAS
MT 2, 13-15. 19-23
POR: Pbro. Jorge Armando Castillo Elizondo
La gloria de Dios se ha manifestado en estos días de Navidad, y finalmente todo es iluminado con la presencia de Cristo. El nacimiento de nuestro salvador nos ha mostrado que el camino para llegar a la salvación comienza en el seno de una familia, y ese misterio de la Navidad irradia su luz y verdad sobre la institución más importante sobre este mundo, la familia. Si nuestras familias cultivan la unión con Dios nunca les faltarán los medios para poder llegar a buen término todos los anhelos de los padres y las esperanzas de los hijos.
La familia es un tesoro inmenso que solamente podrá comprenderse a la luz de Dios. El orden y la tranquilidad de los hogares no es resultado de organizaciones y delimitación de responsabilidades. Al centro debe estar el amor y el respeto como dos pilares que dan solidez y fuerza a nuestro hogar, recordemos que el tercer mandamiento, dirigido hacia los demás, es referido a los padres: “Honra a tu padre y a tu madre” (Ex 20,12). Leemos en el libro del Eclesiástico: “Quien honra a su padre expía sus pecados, quien respeta a su madre acumula tesoros” (Ecl 3,3-4).
Si comprendiéramos cuantas bendiciones Dios nos concedería si amáramos y respetáramos de verdad a nuestros padres, no permitiríamos nada que pudiera ofenderlos o herirlos. Dios escucha la oración del que ama a sus padres, concede alegría, larga vida, el perdón. Ese respeto y amor deben traducirse en cercanía a ellos y en paciencia, especialmente en los momentos más difíciles y en los momentos de enfermedad. Todas estas virtudes y actitudes hacia nuestros padres, tiene gran importancia, pero todas ellas brotan del temor y del amor a Dios, podríamos decir, que esa es la fuente para poder amar a nuestros padres. De allí la importancia de tener un lugar especial para Dios en nuestros hogares.
Decía hace un momento que Dios es fuente y origen de bendición para nuestras familias, por tanto, eliminar a Dios de la esfera humana y familiar es privar a las familias del cuidado, protección y bendición de Dios. Ahora nos damos cuenta que toda la mentalidad mundana para destruir la familia, desde dentro, es contraria a Dios, porque Dios quiere la unidad y la verdadera felicidad de la familia; sin embargo, a los enemigos de Dios les interesa la división y la destrucción de la familia. La falta de amor de los hijos hacia los padres y viceversa comienza cuando se instrumentalizan a los padres y a los hijos y se utilizan como mercancía: me sirves esta bien, no me sirves, no te recuerdo, no te necesito. No permitamos que el hedor del maligno y su acción vayan debilitando y destruyendo las familias. Si para muchos, la experiencia de familia no fue positiva ni constructiva, la experiencia de Dios en la propia vida sanará todas las heridas y permitirá tener un corazón mucho más grande, para comprender que todos tenemos errores y nadie es perfecto; llegaremos a un nivel mucho más alto, no solo de humanidad sino de fe y de gracia para descubrir que esa luz de Dios siempre estuvo allí, pero fueron muchas las circunstancias que la debilitaron y casi la extinguieron.
La primera misión de la familia que nos presenta el Evangelio es la de “cuidar y salvar la vida de los hijos”. San José recibe en sueños la indicación de huir a Egipto porque Herodes quería matar al niño, inmediatamente se levanta y toma “al niño y a su madre”. La segunda misión que descubrimos es que “en el camino Dios provee lo necesario para las familias”. El texto no nos dice qué situaciones pasaron, o qué les faltaba o qué necesitaban, porque el Evangelista sabe que Dios acompaña el camino de la sagrada Familia y su cercanía es la seguridad y la bendición más grande que una familia pueda experimentar. Por tanto, no temamos, más bien, confiemos que el cuidado de Dios no se aparta jamás de aquellas familias que cumplen con amor su voluntad; así lo decía el salmo: “Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien” (Sal 127,1-2). Qué Dios bendiga a cada una de nuestras familias y su gracia nos acompañe siempre.
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A partir del Lunes 11 de Abril de 2011
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