
(CO)RESPONSABILIDAD COTIDIANA
POR: Balvanero Balderrama García
balvanero@gmail.com / @Balvanero.B
Imagine la escena: un miembro del hogar, en las mocedades —aunque no necesariamente—, que al caminar en la sala pasa por encima de un papel tirado… La madre pregunta, —por alguna extraña razón son las madres generalmente quienes están al pendiente de estos, y muchos otros, asuntos—: ¿por qué no lo levantas? La respuesta en automático es: yo no lo tiré.
Es una respuesta que sirve, y se aplica, en distintos contextos del hogar y fuera de este.
En el afán de hacer responsables a las personas, hemos enfatizado tomar conciencia de las acciones personales olvidando la corresponsabilidad. Lo primero lleva al individualismo y lo segundo hacia la comunidad.
Otro ejemplo, siguiendo con las escenas hogareñas. Hay quien al terminar de comer lava su plato, cubiertos y vaso. Bien. Pero en el fregador se quedan sartenes, cucharas, recipientes de ensaladas y salsas, la tabla y cuchillo, la jarra del agua fresca, etcétera. Todo aquello que se utiliza para que se tenga la comida lista, que sirve a la colectividad, que se integra por cada una y cada uno.
Pero como no se utilizó de manera directa, como sólo se ve el propio plato, en esa responsabilidad individual la respuesta en automático al pedir que colabore en limpiar: yo no lo ensucié.
Esa actitud asumida como un valor, se lleva a todos los espacios de relación. Por ello cuesta mucho encontrar a personas que en la calle se detengan a ayudar a otras, a quitar algún obstáculo que pueda generar peligro. La mirada se reconcentra en la propia persona y se va diluyendo esa mirada que incluye a todas y todos.
Por otro lado, hay otras responsabilidades que no hay manera de decir ¿por qué yo?, pero se hace. O al menos de manera omisa.
Las autoridades, de cualquier nivel y responsabilidad tienen atribuciones muy claras, no pueden hacer aquello que no les está específicamente indicado. Que distinto sería este país si cada uno—una, personas e instituciones, cumplieran con su responsabilidad. Piense en los ámbitos municipales, estatales, federales. Desde quién imparte justicia, recoge la basura, hace leyes (el qué sin olvidar los cómos), quien atiende desde una ventanilla, surte las medicinas en hospitales…
La ciudadanía tiene valoraciones para quienes están el sector público. Hace unas semanas, el INEGI publicó los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) 2023. Sólo un dato. En el nivel de percepción de confianza en instituciones o actores de la sociedad los familiares tuvieron el mayor porcentaje (82.2) y partidos políticos el menor (31.7). Sin embargo bajo el nivel del 50 por ciento encontramos a gubernaturas, empresarios(as), jueces(ezas), magistrados(as), ministerio público, fiscalía estatal, sindicatos, policías, cámara de diputados y senadores.
Sin embargo, no es sólo responsabilidad del sector gubernamental o de las instituciones; tienen, por supuesto, y se espera que las cumplan.
También todas y todos tenemos responsabilidades que impactan en lo común. Esas acciones aparentemente sin importancia tienen un impacto importante en la configuración del constructo social.
Si podemos propiciar una corresponsabilidad que se nutra de la individual, seguramente podremos tomar mejores decisiones en lo colectivo que impulsen a tener autoridades e instituciones que atiendan lo que les compete.
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