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PARACAÍDAS

ROGELIO GUEDEA | Opinión | 21/06/2013

LOS POEMAS DE DENISE DRESSER

De unos años al día de hoy han aparecido en los medios de comunicación mexicanos una serie de opinadores que, gracias a las redes sociales, las plataformas publicitarias y la unión con las grandes editoriales comerciales, se han convertido en estrellas. Así tal cual como las estrellas de Televisa, monopolio al que, dicho sea de paso, muchas de estas estrellas critican.

Si son lo que niegan, entonces su discurso es también, como el de la clase política mexicana, pura demagogia. Aprovechándose, además, de una sociedad endeblemente educada y menos aún habituada a la lectura, y por tanto poco exigente, aquello que escriben y publican se vende como pan caliente, sobre todo porque, como he dicho, se han hecho de un nombre y, por encima de todo, de un rostro, así que ya subidos en el escenario, que ciega con sus miles de reflectores, se toman la licencia (en este caso no literaria, ni mucho menos poética) de hacer lo que les plazca, al fin que si son capaces de convertir en best-seller un libro sobre la vida de un personaje famoso de la farándula política qué impedirá que hagan lo mismo con una novela a lo Isabel Allende o con un libro de poemas a lo Pita Amor.

No hace mucho, una de estas estrellas de la opinología mexicana, Denise Dresser, publicó en la revista Proceso un pastiche al que tituló osadamente “Poemas para Lady Profeco”, y al que, no conforme con tal osadía, le añadió todavía este escolio inicial: “en colaboración con Pablo Neruda”, pues para realizar su empresa se había tomado la confianza de utilizar el bello Poema VI de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada del poeta chileno, que, para el que no lo recuerde, empieza así:

Te recuerdo cómo eras en el último otoño Eras la boina gris y el corazón en calma

Las dos primeras oraciones del “poema” de Denise Dresser lo apuntalan así:

Te recuerdo cómo eras en el Máximo Bistrot. Eras la consentida con el corazón muy lejos de la calma.

Omito reproducir más oraciones del “poema” de Dresser porque mal haría en fomentar tal profanación. Aun cuando sabemos que en estos tiempos de rudo capitalismo la poesía no es un bien que genere utilidades, ni siquiera algo de lo cual se pueda vivir, escribirla y leerla sigue siendo un ejercicio digno, para quienes la escriben, y un hábito imprescindible, para quienes la leen.

Neruda ya está muerto y tal vez sus deudos no se tomarán la molestia de reprochar a la periodista la jugarreta en la que vino a convertir unos de los poemas más emblemáticos de la poesía en lengua española, pero por lo menos la revista Proceso, que goza de un prestigio bien ganado entre los lectores mexicanos, debió decirle a su colaboradora que había ido ya demasiado lejos, y no sólo por haber despellejado el poema de Neruda, sino, sobre todo, por tratarse –el suyo- de un “poema” pésimo, sin ritmo, sin rima, sin una sola imagen valedera ni un mensaje claro.

Vaya: incluso sin ironía, sobre todo si tomamos en cuenta que la poesía satírica es una cosa que debe tomarse muy en serio.

Es verdad que la opinóloga Denise Dresser estará en todo su derecho de preguntarme que quién me dio a mí el derecho de juzgar lo que es y no poesía en su “poema”, pero en realidad este artículo tiene un fin más práctico: en un mundo en donde es muy fácil confundir un panfleto de un poema, sírvale este ejemplo a los jóvenes poetas y periodistas para distinguir todo eso que no deben hacer ni antes ni después de llegar a ser estrellas, incluso de Televisa.

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