LECTURAS

NOE GUERRA PIMENTEL | Opinión | 03/07/2012

MEXICO 2012

Veo hacia atrás y encuentro que el domingo 1 de julio quedará marcado como fecha histórica en la vida política de nuestro país. Varios son los elementos que permiten dicha apreciación, el primero sin duda es el relevo en el Poder Ejecutivo federal no solo de Partido, de nombre o persona, sino de lo más importante y realmente trascendente, como lo es el nivel de expectativas generadas y la respuesta múltiple a que se obliga el recién electo nuevo Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, el mexiquense Enrique Peña Nieto.

Respuesta que habrá de prefigurarse desde el primer momento de su asunción no solo con la declaración de buenas intenciones, sino a partir de hechos concretos, como la definición de su gabinete y más si pensamos que está obligado a la inclusión no solo de las y los mejores por sobre sus cercanos, sino de quienes garanticen resultados efectivos, puesto que en mucho de ello dependerá su legitimación en un espacio, el más importante de la República, al que dadas las circunstancias arriba no sin dificultades y con grandes exigencias que harán valer diversos e importantes sectores de la sociedad civil.

Otro aspecto histórico que apuntala esta elección, fue la nutrida participación ciudadana que participó votando de manera diferenciada generando los necesarios contrapesos y la inesperada intrusión de una importante porción de jóvenes, que con un activismo en crecimiento impuso condiciones y modificó las agendas; y, un elemento adicional, las redes sociales, herramientas que por primera vez fueron protagonistas del proceso. Aspectos que en la realidad sacudieron el letargo en el que ocurrían los comicios y forzaron a cambiar el discurso de aspirantes y grupos de poder fáctico en el país.

Respecto a los resultados que para algunos en la víspera aún no estaban determinados, no obstante la insistencia y similitud de las encuestas previas, el mismo domingo a partir de las tendencias oficiales coincidentes, afirmé que “Andrés Manuel haría lo mismo que hace seis años: 1. Que no reconocería los resultados y con ello no aceptaría su derrota. 2. Que descalificaría el proceso. 3. Que exigiría la revisión de todo (Voto por voto, casilla por casilla). 4. Que desconocería la legitimidad y desacreditaría a las instituciones de garantía. 6. Que protestaría, se manifestaría, tomaría calles e inmuebles, etc. 7. Que condicionaría la paz social. 8. Que exigiría la renuncia de EPN. 10. Que reclamaría la integración provisional de un gabinete plural.” Todo en ese orden y que como vemos así va.

Actitud que dependerá de la tolerancia que le sigan teniendo las instancias responsables y contra lo que ya pueden hacer valer varios aspectos, como el acuerdo de civilidad firmado antes de la jornada y el respeto a la decisión del 65.91% de electores que no votó por él y que abiertamente repudia sus procedimientos, ahora extremados con las redes sociales desde las que bajo el anonimato sus seguidores injurian a los contrarios e incitan a la violencia civil.

Algo también de reconocer y que quiero creer es que México ha cambiado, que la sociedad ha madurado y que ya no permitirá excesos de otros tiempos, por lo que quienes resultaron representantes populares, hoy más que nunca se obligan a cumplir lo ofrecido, de otra manera que se despidan de otra oportunidad, pues su actuación estará bajo la lupa no solo de sus naturales adversarios sino de sus seguidores, hartos como están de llevarlos a los cargos para que luego les den la espalda con decisiones de grupo atentatorias del bienestar ciudadano.