PARACAÍDAS

ROGELIO GUEDEA | Opinión | 13/10/2011

El huracán Jova, desastre en Colima

No hace mucho hubo un terremoto en Christchurch, mi ciudad vecina aquí en Nueva Zelanda. Contra todo pronóstico, la dejó por los suelos. Aun cuando hablamos, hay que decir, de una sociedad de primer mundo, que cuenta con medidas de prevensión fríamente calculadas, contra la naturaleza, sabemos, poco o nada se puede hacer, así que desde ya debe avergonzarnos que haya actores políticos, medios de comunicación, etcétera, sacando tajada de la desgracia humana y culpando a personas físicas de este desastre o, incluso, a las instituciones de gobierno, blanco de un sin número de ataques. Tengo que confesar que yo vi -desplegados en los medios de comunicación, redes sociales, etcétera- toda la información, constante, con respecto al advenimiento de este huracán, para evitar así mayores daños de los esperados y, sobre todo, proteger vidas humanas. Pero ahora no es tiempo de culpar a los que culpan, siquiera. Ahora es momento de que tengamos una sola palabra en la boca y, sobre todo, en las manos: solidaridad. Y que confiemos en que las autoridades competentes harán todo lo posible por levantar lo caído y ayudar a los sectores más vulnerables. Espero, también, que los sicarios hagan una tregua y los políticos de todos los colores sólo abran la boca para hacer aportaciones, no para vituperar. El centro de acopio que se me ha dado para la ayuda a los damnificados es el estacionamiento del DIF estatal y la cuenta 0190321222 de Bancomer, de la Cruz Roja. Cualquier ayuda, como siempre, puede evitar que una casa se caiga, pero, sobre todo, que una vida se pierda.

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